Christ Church, Oxford, 28 de October de 1876
Mi muy querida Gertrude: Usted estará apesadumbrada, sorprendida, y desconcertada, al oír la extraña enfermedad que tengo desde que usted se fuera. Mandé buscar al doctor, y le dije: Déme alguna medicina porque me siento cansado.
Él dijo: - ¡Estupideces sin sentido! Usted no necesita la medicina: ¡Vaya a la cama!-
Dije: - No; no es la clase de cansancio que pide la cama. Mi rostro trasunta cansancio-. Él se veía con expresión grave,
Y dijo:- OH, es su nariz la que está cansada: una persona habla a menudo demasiado cuando piensa que tiene todo claro.
Dije: -No, no es la nariz. Quizás sea el pelo.
Entonces él se vio algo serio y dijo:
- Ahora sí entiendo: usted estuvo peinando el pianoforte-
- No –dije-, de hecho no lo he hecho, y no es exactamente el pelo: más bien sobre la nariz y el mentón. Entonces él,… serio durante largo rato, dijo:
-¿Ha estado usted caminando mucho con la barbilla?
Dije.: - No.
¡Bien!- dijo él- esto me desconcierta mucho. ¿Usted cree que el problema estará en los labios? -preguntó.
- Por supuesto, le dije. -¿Qué es exactamente? -
Entonces él se vio muy serio, por cierto y dijo:-Yo creo que ha estado dando demasiados besos...
- Bueno- dije;- Le di un beso a una niña, una pequeña amiga mía-
- Piense otra vez, dijo él- ¿está seguro de que haya sido sólo uno?-
Pensé otra vez, y dije: - puede que hayan sido once veces-
Entonces el doctor dijo:- Usted no debe darle ni uno más hasta que sus labios se hayan recuperado-
- Pero ¿cómo hago? - Le dije: - ¡le debo ciento ochenta y dos besos más!-
Entonces se vio tan serio que las lágrimas corrían por sus mejillas y me dijo: -Mándeselos en una caja.
Entonces recordé una pequeña caja que compré una vez en Dover, pensando que podría regalarla alguna vez a alguna niña ú otra persona.
Así que los empaqué bien cuidadosamente.
Dígame si le llegan bien o si alguno se pierde en el camino.
(Rvdo. Charles Dodgson).
Mi muy querida Gertrude: Usted estará apesadumbrada, sorprendida, y desconcertada, al oír la extraña enfermedad que tengo desde que usted se fuera. Mandé buscar al doctor, y le dije: Déme alguna medicina porque me siento cansado.
Él dijo: - ¡Estupideces sin sentido! Usted no necesita la medicina: ¡Vaya a la cama!-
Dije: - No; no es la clase de cansancio que pide la cama. Mi rostro trasunta cansancio-. Él se veía con expresión grave,
Y dijo:- OH, es su nariz la que está cansada: una persona habla a menudo demasiado cuando piensa que tiene todo claro.
Dije: -No, no es la nariz. Quizás sea el pelo.
Entonces él se vio algo serio y dijo:
- Ahora sí entiendo: usted estuvo peinando el pianoforte-
- No –dije-, de hecho no lo he hecho, y no es exactamente el pelo: más bien sobre la nariz y el mentón. Entonces él,… serio durante largo rato, dijo:
-¿Ha estado usted caminando mucho con la barbilla?
Dije.: - No.
¡Bien!- dijo él- esto me desconcierta mucho. ¿Usted cree que el problema estará en los labios? -preguntó.
- Por supuesto, le dije. -¿Qué es exactamente? -
Entonces él se vio muy serio, por cierto y dijo:-Yo creo que ha estado dando demasiados besos...
- Bueno- dije;- Le di un beso a una niña, una pequeña amiga mía-
- Piense otra vez, dijo él- ¿está seguro de que haya sido sólo uno?-
Pensé otra vez, y dije: - puede que hayan sido once veces-
Entonces el doctor dijo:- Usted no debe darle ni uno más hasta que sus labios se hayan recuperado-
- Pero ¿cómo hago? - Le dije: - ¡le debo ciento ochenta y dos besos más!-
Entonces se vio tan serio que las lágrimas corrían por sus mejillas y me dijo: -Mándeselos en una caja.
Entonces recordé una pequeña caja que compré una vez en Dover, pensando que podría regalarla alguna vez a alguna niña ú otra persona.
Así que los empaqué bien cuidadosamente.
Dígame si le llegan bien o si alguno se pierde en el camino.
(Rvdo. Charles Dodgson).
Carta a Gertrude Chataway, a quien conoció en 1875 y una de sus más cercanas “amigas niñas”
Carrol del día:
Un leyente está en la vida.
Y un escritor vive del resplandor de ella.
LA MORALEJA ES ÉSTA:
Sé, lector, que te gustaría adivinar con gran certeza la intensidad de tus propios destellos.