
(Oye;…a propósito de gatos)
Se dice que existen casos reportados de gatos alados a lo largo de la historia de la Humanidad, 28 de ellos debidamente documentados.
Pero Cheshire es el único con sonrisa.
Una sonrisa irresistible, inolvidable y un poquito cínica que deja suspendida en el aire mientras piensa en otras cosas.

Por ello, la sonrisa abandona al gato a la menor oportunidad y nunca viceversa.
El gato se va y la sonrisa queda; debido a la falta de enfoque espacio temporal de sus pensamientos y al trivial acto físico de sonreír.
Patrañas de gatos encerrados
Laura: Soy el gato en que vivo y me escribo, Me llamo Mister.
Hemingway: Mi 57 era mono, tigre, pirata y ausente.
Borges: Mi gata, orina en las revistas literarias Quatre gats D’Ors.
Soriano: Me mataron el gato y me lo dejaron frente a la puerta; por plagiador.
Prosista: Pituca tuvo en sus ojos; mi infancia, pero era una gata ficticia y pude crecer,
El Caballero Blanco: (a quien nadie la ha dado aviso, nos da un mensaje de pertenencia al texto)

Los escritores con razón se han ganado un relato que los persigue de un gato porque los gatos de Gibbins, de Dante, de Baudelaire, de Lewis Carrol, de Borges, de Lord Byron, de García Lorca, de H.P.Lovecraft, de Sir Walter Scott, de Miguel de Unamuno, de Burroughs, o Ernest Heminway fueron orugas
y los escritores mismos; pupas
o felinas frutas
o furiosas pepas de pensamientos con textos de malas pupas
a quienes siempre los protegió un gato.
Lorena y el gato amistoso.